03 September 2024

Me precipité al vacío.

Lo llamo vacío por que no había nada.

Me precipité al vacío,

y tan solo veía espaldas

y un silencio aterrador

donde antes vislumbraba una mano.

 

Me precipité al vacío.

Por tener, como siempre,

la mirada perdida,

tanto, incluso,

como lo estaba yo.

Por no haber alzado la vista

y ver en esa nueva torcida

un auxilio ansiado.

 

No me precipité a ningún vacío

porque en constante caída,

jamás ves un suelo

en el que, por fin, caer.

 

Me encerró mi mente una vez más.

Sin avisar.

Sin pistas,

ni resquicios

por donde escapar.

Resquicios por donde escapar.

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Acostumbrado a soportar la caída de losas en los momentos difíciles. Acostumbrado a sufrir 8 días de cada maldita semana con sus interminables 400 noches.
Me precipité al vacío. Lo llamo vacío por que no había nada. Me precipité al vacío, y tan solo veía espaldas y un silencio aterrador
Bandadas de preciosos alcedines danzando en círculos sin impedimentos e incondicionales ante todos los obstáculos. Los podías ver alzando la vista al cielo e incluso
Vida entera vislumbrando abismos, (sobre) viviendo en precipicios, con finales y sin ningún principio. Enanos se tornan gigantes entre ostracismo. Laberintos llenos de tambores batientes,
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