No hay gigantes ni enanos,
no bailamos;
porque el mundo,
simplemente,
deja de ser mundo.
Bandadas de preciosos alcedines
danzando en círculos
sin impedimentos e incondicionales
ante todos los obstáculos.
Los podías ver alzando la vista al cielo
e incluso con la cabeza gacha, en el suelo.
Días de elocuente gloria recuerdo,
noches oscuras hasta acabar por los suelos.
Vida entera vislumbrando abismos,
(sobre) viviendo en precipicios,
con finales y sin ningún principio.
Enanos se tornan gigantes entre ostracismo.
Laberintos llenos de tambores batientes,
lágrimas de rabia en el sendero.
Me elevo, puedo rozar el sol,
mientras me llega la caída, vacía, al vacío.
Ríos de corrientes bravas
lloran su caudal.
Hordas de sonrisas corrientes
proclaman mediocridad.
Oleajes bajo control,
atrezzo en forma de diques,
felicidad bajo el sol.
Por la espalda; hilos para soñar.
Me levanto por orgullo,
cada mañana, exhausto, muerto.
Me levanto por orgullo,
cada mañana a buen puerto.
Me levanto lleno de orgullo,
sintiendo el río de tu aroma por mi espalda.
Me levanto lleno de orgullo,
salvándome de la deriva sin herida.
Galopadas salvajes sin fin ni rumbo,
infinitamente sin Dios ni amo.
Despertares en gritos ahogados
y sudores fríos ahora sin polvo.
Mareas imposibles sin diques,
corrientes con contras y peros.
Tormentas y granizo en la psique,
kilos de arena sin puerto.
Náufrago que naufraga,
soy mensaje en la botella,
siempre vacía a mi costa,
naufragando hasta tus costas.
Me sigue costando un mundo
sobrevivir en este mundo inmundo
vacío, hueco, superfluo e intoxicado.
Mudo, a cuestas me hundo.
Hace mucho tiempo que te debía unas líneas y aquí me encuentro rebosante de alegría escribiendo lo que te pertenece. No podré olvidar jamás todo lo que hemos sufrido. No lo quiero olvidar. Recordarlo me hace más fuerte, nos hace más fuerte, y sabemos que todo es posible siempre que tú no te apartes de mi lado, porque yo, nunca lo haré. Me juré que algún día todas esas lágrimas que derramamos de tristeza, se tornarían en preciosas lágrimas de alegría
El cielo cubierto de estrellas,
una noche más, una noche menos,
es lo único que no cambia, porque,
en el fondo, todo cambia. Fugaz.
Existen noches cálidas bajo un manto de besos,
existen frías, en las que anhelas en la cama un abrazo.
Cuando ocurre, no son más que momentos fugaces;
ratitos en los que para nosotros eran más que salvajes.