Acostumbrado a soportar la caída de losas
en los momentos difíciles.
Acostumbrado a sufrir 8 días de cada maldita semana
con sus interminables 400 noches.
Y ya no me quejo.
Aprendí, a base de dolor, a no quejarme.
Aprendes tanto del sufrimiento y el dolor...
Aprendes tanto como jamás nadie te podrá enseñar.
Aprendes tanto que te das cuenta
de que no tienes nadie al lado,
ni enfrente de ti.
Ni siquiera el del espejo está contigo.
Ves y aprendes que, en los malos,
momentos es cuando más te necesitas.
Sentirás como la oscuridad te estrangula,
sientes sus manos pero no ves sus ojos.
No los ves porque no hay nadie.
Ni siquiera al otro lado del espejo.
Aprendes a (sobre)vivir porque
siempre esperas el próximo palo.
Pero tienes la certeza que dolerá menos que el de ayer.
No verás venir los palos jamás entre tantas losas que llueven del cielo.
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Hecho con mucho amor.