Vida entera vislumbrando abismos,
(sobre) viviendo en precipicios,
con finales y sin ningún principio.
Enanos se tornan gigantes entre ostracismo.
Laberintos llenos de tambores batientes,
lágrimas de rabia en el sendero.
Me elevo, puedo rozar el sol,
mientras me llega la caída, vacía, al vacío.
Sueños enfermos se ahogan al alba,
pasos de gigante me llevan de vuelta al funambulismo
sobre el hilo que me ata a la tierra.
Solitario entre lo que me amordaza.
Gotas de plomo, a veces esquivo,
y, otras, me golpean de lleno
mientras tiran de mí hacia abajo,
me llegan a lo más profundo del cerebro.
Destructora vorágine sin salida.
Fracaso con cada nueva estrella.
Ya no llueven piedras ni me oprime el silencio
mientras se libra batalla a voces en mi cabeza.
No existen Vértigos ni soledad.
Muerto el valor, ahora lo golpea todo sin compasión.
Ya no hay dolor profundo desde que el precipicio
lo sobrevuelo a bordo de de la sinrazón.
Y ahora, nos preguntamos si esto ha sido la vida.
Esa calle larga recorrida, eterna, tiene huellas
plantadas cara a cara que se vierten en dos caminos.
Ya la anduvimos bajo la luna, ya la andaremos eternamente, una vez más.
Vértigos y otras Drogas © 2024.
Hecho con mucho amor.