Recorrimos kilómetros escuchando esa canción,
buscábamos vientos del norte que nos hicieran encontrar nuestro sur,
el verde se colocaba por cada recoveco de nuestra alma
mientras aguantábamos náuseas de vértigos y miedos.
Delirando en una habitación de hotel mientras huíamos,
sin saber hacía dónde ni cómo,
dejando atrás restos de química y miradas cómplices.
Furtivos te quieros y bailes salvajes entre esas cuatro paredes.
Cada nuevo rayo de sol nos volvía a golpear de lleno,
pero jamás pudo tumbarnos.
Flotábamos sin quererlo, amaneciendo en sudor
tras el fulgor de la batalla que se libraba a oscuras.
Nos gustaba pelear. Te gustaba pelear… Y yo moría
por perder una última vez más.
Segundo asalto a cada madrugada, donde el empate firmado,
nos daba risa. Te daba risa, me daba risa y volábamos.
Traspasamos fronteras como el que desprende
duende en cada taconazo.
Bendito calor pensamos,
antes de bajar al infierno.
Susurrando a gritos un nuevo rock and roll,
nos cambiaron las horas por arena a punta de corazón.
Viendo como se aleja el mensaje cuando
amanecíamos con el oleaje de la primera resaca.
En nuestro rincón tú me acribillabas a besos
mientras mi cabeza, dibujaba esos versos
que algún día, me juré, te escribiría.
Sigo preso en la jaula que llamamos vida.
Vértigos y otras Drogas © 2024.
Hecho con mucho amor.