Hace mucho tiempo que te debía unas líneas y aquí me encuentro rebosante de alegría escribiendo lo que te pertenece. No podré olvidar jamás todo lo que hemos sufrido. No lo quiero olvidar. Recordarlo me hace más fuerte, nos hace más fuerte, y sabemos que todo es posible siempre que tú no te apartes de mi lado, porque yo, nunca lo haré. Me juré que algún día todas esas lágrimas que derramamos de tristeza, se tornarían en preciosas lágrimas de alegría
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relato
Tener miedo es tan humano como el respirar. Muchas veces nos paraliza, pero existen situaciones en las que, el propio miedo, es quien nos hace tomar un camino u otro.
Aprendemos a vivir con el miedo desde bien pequeños. Nuestra cultura, la cultura del miedo, nos es bien inculcada desde niños.

Yo agarraba el micro entre mis manos mientras apuraba el último trago de mi copa. Ajeno a todo, liberándome de todo los demonios que llevo dentro. Esos, que sin cadenas, vivían atados a mí. De los que por mucho que corriese, sin ningún rumbo fijo, no conseguía dar esquinazo; siempre me alcazaban arrollándome sin piedad. Preso de los besos del rock.

Las agujas del reloj marcaban exactamente las siete de la tarde, después de una larga jornada laboral, Luca salía de su puesto de trabajo camino a casa. El frío era casi insoportable, la ventisca de nieve le golpeaba el rostro y a duras penas podía avanzar por el viento. El suelo era un manto blanco, las luces de navidad coronaban toda la ciudad y los chiquillos no paraban de jugar con la nieve. Una ajetreada corriente de personas llenas de bolsas con regalos hacía todavía más complicado andar. – ¡Qué locura la navidad! – pensaba para sí mismo.

El 13 de noviembre de 2013 desembarqué en un país que se encontraba devastado tras el paso del Tifón Haiyan (Yolanda)en Filipinas. Llegaba con una maleta que no contenía ropa, tan solo estaba llena de ilusión y un sueño por cumplir. Efectivamente, me había recorrido medio mundo para cumplir el sueño que todo niño ha tenido alguna vez, ganarse la vida jugando al fútbol. He de reconocer que la situación que atravesaba el país estuvo a punto de echarme para atrás, pero ir fue la mejor decisión de mi vida, y no, no por el hecho de jugar al fútbol.
No es solo fútbol.

Todo comenzó como una historia canalla. Yo por aquel entonces solo tenía ojos para otra, mucho más correcta, “más señora” y con mucho más caché que tú. Pero las damas como tú son irresistibles. Van entrando en tu cabeza sin que te des cuenta, las ves pasar, pero nunca te fijas en ellas detenidamente; aunque ellas, claro, ya tienen su objetivo marcado, el de atraparte en sus redes para siempre. Y así pasó hasta el día que muera.