
No hay gigantes ni enanos,
no bailamos;
porque el mundo,
simplemente,
deja de ser mundo.
Sin puertas ni cortinas
por las que desaparecer;
sin saber media palabra
de que lo que acabamos de hablar.
Tormentas voraces en bosques
que nadie ve,
pero existen.
Vorágines que me atrapan
sin saber cuándo escaparé.
Pero siempre vuelvo,
siempre vuelo
entre aquí y allí;
pendido de un hilo rojo.
Leave a Comment